Algo permanece aún hoy en mi mente tras la ya pasada clase del Jueves 16 de Febrero, y no es otra cosa que la fuerza y expresividad que puede adoptar la transmisión de una determinada información en función del cómo lo digamos, un cómo lo digamos que abarca desde nuestro vestuario o peinado hasta nuestra velocidad a la hora de comunicar aquello que queremos decir. Cómo nuestros gestos influyen en que la información llegue al oyente, y más aún, sientan eso que queremos trasmitirles mediante una sonrisa, una acentuación o un gesto de ironía.
La comunicación es un todo, pero un todo muy diverso, y sobre el que no hay nada escrito, aunque la experiencia nos diga que unos u otros métodos se adaptan mejor a una determinada situación, y he ahí el porqué de la belleza que posee este acto, que deja inventar y probar todas nuestras habilidades para conseguir nuestro fin, el hacernos entender tal y como queramos.
Arturo G.
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